Adrian Smith es guitarrista de Iron Maiden desde los años tempranos del grupo británico, emblema indiscutido del heavy metal. Entró en 1980 en reemplazo del fundador Dennis Stratton, previo guiño de su colega y amigo Dave Murray, e inmediatamente se cargó la grabación de Killers (1981), un clásico inextinguible del género.
Por el modo creativo que desarrolló con Murray, que destaca virtuosismo, precisión en velocidad y privilegio de los movimientos de una composición por encima de la vanidad expresiva, Smith se convirtió junto a su socio en referente de la “twin guitar” (“guitarra gemela”).
O en otras palabras, en un instrumentista que saca lo mejor de sí en interacción con un compañero.
Eso, precisamente, es lo que vuelve a probar Adrian Smith con el norteamericano y también muy respetado Richie Kotzen.
Juntos y en pandemia, los violeros grabaron un disco de hard rock clásico, en las antípodas tanto del perfil speed e intrincado de Maiden en lo sonoro como de las letras barrocas del cantante Bruce Dickinson.
Para defender promocionalmente ese disco, el sello editor de SMITH / KOTZEN, tal su título, dispuso al teléfono a este londinense de 64 años, que las vivió a todas como trabajador incansable de la industria de los shows en vivo: éxtasis, excesos, hastío, depresión, recuperación, redención artística y plenitud.
“Richie y yo comenzamos a trabajar juntos hace un par de años –dice Smith, ya en contacto con VOS–. Habíamos estado improvisando porque somos amigos desde algunos años antes de eso. Ambos compartimos el amor por el rock clásico y el blues, así que decidimos juntarnos y empezar a escribir algunas canciones y partió de ahí”.
“Casi todo en el álbum se maneja entre Richie y yo, incluida la producción. Habíamos desarrollado una idea realmente sólida de cómo queríamos que sonara y estoy muy satisfecho con el resultado”, amplía.
Smith dice tener alta química con Richie Kotzen. (BMG/ John McMurtrie)
-¿Cuándo nació tu amistad con Richie y cuándo se expandió a una relación creativa y musical?
-Lo conozco desde hace unos 7 u 8 años. Vivíamos cerca en Los Ángeles. Empezamos a socializar por intermedio de algunos amigos y coincidimos en fiestas. En fiestas que yo hacía en mi casa, en las que zapamos e inmediatamente nos dimos cuenta de que nos gustaba el mismo tipo de música. Me copa lo que él hace, canta y toca a la vez. Y así empezamos. Luego alguien sugirió por qué no componíamos algo juntos. Pegamos onda, tenemos química.
–El álbum fue grabado entre Londres y Los Ángeles. Ese es el movimiento en zigzag que hiciste a lo largo de tu vida, ¿verdad?
-En realidad vivo en Los Ángeles por temporadas, no voy y vengo permanentemente. Al disco lo empezamos en algún momento de 2019 y lo terminamos en enero de 2020. Llevó cierto tiempo porque yo tenía que girar con Iron Maiden y Richie tuvo sus propios compromisos. Lo bueno es que trabajamos juntos cuando lo creamos, no fue un disco “a la distancia”.
-¿Cómo fue el acuerdo con Richie para alternar solos?
-Tiene que ver con lo que dije sobre la química: si yo tenía algo, se lo mandaba; y viceversa. Yo tiraba una estrofa, Richie un estribillo. Fue un movimiento permanente de ida y vuelta. El intercambio fue muy orgánico y natural. Obviamente, hay muchos solos en el proyecto. ¡¡¡Somos guitarristas!!! Pero queríamos concentrarnos en construir y armar bien las canciones, algo que la gente pueda recordar, con lo que pueda conectarse. Creo que ambos tenemos ese tipo de sensibilidad. En mi caso, me inspiré bastante en las bandas que yo escuchaba cuando tenía 15 y 16. Free, Bad Company, Deep Purple… Así fue como funcionó todo el proyecto, no nos fijamos qué parte iba a tocar cada uno. Sucedió lo que tenía que suceder.
-El arpegio acústico en la intro de “Scars” me anima a preguntarte sobre tu relación con el instrumento. ¿Es de todos los días? ¿Solés tocar la guitarra eléctrica solo o sólo lo hacés cuando estás ensayando con una banda?
-Toco casi todos los días. Todavía disfruto mucho de tocar la guitarra. Eléctrica, acústica, la que sea. Pero más que nada toco para crear, para componer, no para ejercitar. Con la pandemia he estado mucho tiempo en casa, por supuesto, por lo que he trabajado en mi estudio grabando lo que he tocado. Y lo que he cantado. He grabado muchas ideas… La música ha sido muy importante en estos tiempos. Espero que la gente disfrute mucho del álbum. Es para celebrar tener música nueva para compartir. Tengo ese privilegio.
-Una pregunta sobre el concepto de la canción “You don’t know me”. ¿Qué aspectos de tu personalidad te gustaría que la gente conozca?
-(Risas) La canción habla de lo que la gente cree que sabe sobre alguien con perfil público, ya sea un actor o un músico. Porque pasa eso, la gente cree que te conoce porque te ven en escenario y en videos, pero todos en este asunto tenemos un lado privado. De eso se trata la canción. Espero que la gente le guste este otro costado de la música que hago, un poco más hard rock, más blusy. Cuando era chico en Inglaterra había mucho blues. Cream, por ejemplo. Cuando crecés, redescubrís eso que te marcó de niño-joven. Y eso es lo que he exteriorizado ahora.
Pesca y evasión
Para conocer más sobre la personalidad de este músico, y el tipo de vida que decidió llevar para equilibrar su rol de entretenedor a escala mastodóntica, vale la pena leer Monsters of River and Rock. Es un libro escrito por él entre viajes interminables y tiempos muertos en hoteles, en el que no sólo narra sus experiencias como miembro de Iron Maiden sino también otras tantas como el “pescador compulsivo” de la banda.
¿Pescador compulsivo? Sí, desde hace unos años, Smith decidió retomar esta actividad que descubrió cuando era niño, alentado por su padre. Incluso, la practica en las giras: apenas llega a una ciudad, averigua sobre lagos cercanos al estadio del show, a los que lleva una pequeña caja llena de gusanos – carnada que, por lo general, al abrirla despide un olor putrefacto.
No lo hizo en Córdoba, cuando Iron Maiden tocó a mediados de marzo en 2016, porque la agenda era muy acotada y, junto a sus compañeros, llegó aquí luego de que el propio avión de la banda fuera colisionado levemente en Santiago de Chile.
Adrian Smith, durante el show que Iron Maiden ofreció en el Mario Alberto Kempes, en marzo de 2016. (Archivo/ La Voz)
Según Smith, la pesca lo ayudó a recuperarse de sus problemas con el alcohol, con el que buscó adormecer una timidez crónica.
“No soy Keith Richards, pero durante un par de años me volví un poco loco”, declaró en una oportunidad. Y ahora suma que la pesca le da algo en que concentrarse, lo ayuda a controlar cierta ansiedad social.
“Por supuesto, en mi juventud dejé de pescar por un tiempo, pero retomé en el momento en que todo se fue de las manos y me sirvió de mucho”, asegura.
-A lo largo de tu carrera te has desempeñado muy bien tocando en complementariedad con otro guitarrista. Es más, a partir de tu interrelación con Dave Murray en Maiden, se instituyó el concepto de “twin guitar” (“guitarra gemela”). ¿Te sienta ser el único guitarrista de la banda?
-Desempeñé ese rol en los ‘90, cuando tuvo un trío (N de la R: Smith se fue de Iron Maiden en 1989, para volver 10 años después). Era divertido pero también demandaba mucho trabajo. También he hecho algunos proyectos solistas en el pasado. Cuando sos el jefe tenés que tomar todas las decisiones. Desde la música hasta qué fotos se van a usar. O con qué músicos vas a tocar. Es emocionante pero, insisto, muy arduo. Por eso estuvo bueno que con Richie pudimos tirar ideas entre ambos y, a partir de ellas, decidir qué hacer. Pero no es una banda, somos dos. Podemos visualizar hasta el final lo que queremos lograr. Es bueno tener un socio. Sí, crecí siempre tocando con otro guitarrista y es lo que mejor me sienta y me sale.
-Nicko McBrian, baterista de Iron Maiden, colabora en el álbum. ¿Cómo es tu relación con tus compañeros de banda? ¿Se mantienen conectados después de una gira mundial o prefieren distanciarse?
-Tenemos nuestras familias, así que cuando terminamos una gira, cada uno vuelve a la suya. Vivimos en diferentes partes del mundo, además. Algunos en Hawái, otros en Bahamas… Pasamos juntos tanto tiempo que formamos una familia paralela. La pasamos bien entre nosotros, pero llega un momento en el que necesitás tu espacio. Y eso es esencial para estar recargado cuando llega el momento del reencuentro, de la reconexión. En los ’80 no nos separábamos nunca. Vivíamos en un ómnibus de gira en lapsos de seis meses. Y era, por lo menos, difícil. Muy difícil.
-¿Qué reflexión podés hacer sobre la pandemia? ¿Esta situación te afectó material y emocionalmente?
-Obviamente, la pandemia nos ha afectado a todos de diferentes maneras. Hay gente que perdió sus trabajos y ese tipo de cosas. Yo he sufrido algo en ese sentido. Tuve que cerrar un estudio, de hecho. No tenía sentido mantenerlo abierto. Por otro lado, desde que volví a Iron Maiden, he vivido los últimos 20 años sin parar, entre giras y discos. Por eso, sólo por eso, está bueno pasar un gran tiempo en casa, con mi familia. Lo siento mucho por la gente que ha perdido algo… No obstante, también noto que es sorprendente cómo encontramos la manera de sobrevivir a este tipo de situaciones. Tenés que seguir adelante, renacer lo mejor que puedas y esperar que las cosas volverán a la normalidad.