Steven Van Zandt, de rockero a mafioso sin escalas: “He vivido una vida muy extraña”

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Un día en la vida de Steven Van Zandt. A las apuradas, abandona el set de filmación de El irlandés, de Martin Scorsese, y se va para el aeropuerto, porque tiene programado un viaje a Londres, ciudad en la que debe afrontar un show con The Disciples of Soul, su banda. 

En el taxi del aeropuerto Heathrow a la prueba de sonido, recibe una llamada de su mánager, quien le dice que Paul McCartney, uno de sus héroes musicales, no sólo irá al show sino que quiere tocar con él. La situación lo obliga a resetear el texto de su pequeño cameo para Martin y pensar qué canción tocar con el Beatle. 

Otro día en la vida de este músico y actor de 70 años, célebre por ser miembro clave en la E Street Band de Bruce Springsteen y por su actuación en Los Sopranos como Silvio Dante, il consigliere de Tony Soprano (James Gandolfini). Vía Zoom, debe responderle preguntas a un periodista cordobés por Macca To Mecca, un disco en vivo grabado en The Cavern, de Liverpool, como tributo a los Beatles, la banda que le cambió la vida. 

En pantalla luce su legendario pañuelo a la cabeza y desborda una vibra que se traduce en una sonrisa a punto de convertirse en carcajada. 

“Tocar en el mismo lugar donde los Beatles comenzaron sus carreras fue un sueño de mi niñez hecho realidad”, dice. 

“Esta fue una banda que me encaminó hacia una vida de música. Para mi religión del rock ‘n’ roll, The Cavern es el primer sitio sagrado (¡después de los cuatro clubes en los que tocaron en Hamburgo!). Actuar allí no fue un honor, fue una epifanía”, añade el músico que al frente de The Disciples of Soul se hace llamar Little Steven.

–¿Te acordás cuál fue tu primer contacto con los Beatles y bajo qué circunstancias se dio?

–Claro. Acababa de cumplir 13 años, y me fui a la cama una noche con una pequeña radio a transistores y mi hermano, siete años menor que yo, dormía a mi lado en el mismo cuarto. Estábamos escuchando juntos debajo de las sábanas cuando sonó I Want to Hold Your Hand, que en realidad fue el primer gran éxito de los Beatles en Estados Unidos. Era su quinto single, pero acá se los seguía rechazando, algo tan estúpido (risas)… Lo que más recuerdo fue cuando en el estribillo alcanzan las notas altas (canta la canción), y la primera reacción mía y de mi hermano fue reírnos. Analizándolo después, me di cuenta que los Beatles estaban comunicando alegría, felicidad pura, algo que no habíamos escuchado antes.

Por otro lado, Van Zandt señala que los «Fabulosos Cuatro» les reveló a los estadounidenses mucha música vieja de su país que ellos mismos no habían conocido: “Música de los ’50, como las armonías de los Everly Brothers, por ejemplo. Pero los Beatles lo traían en una forma nueva, más poderosa y producida. Dos meses después los vimos en televisión, en el Ed Sulivan Show que veía todo el país. Y entonces explotó la beatlemanía”. 

¿Sentiste alguna vibración especial en The Cavern?

–¡Sí! Fue como ir a La Meca, el sitio más sagrado. Hay algunos más por ahí, como los cuatro clubes de Hamburgo en los que tocaban, pero la última vez que fui sólo uno seguía existiendo. Nunca le dieron mucha importancia en Hamburgo, algo tonto. Sólo había una pequeña placa en un club, me parece que no entendieron lo importante que fue en términos históricos. Pero The Cavern resultó ser “el” club en la historia de los Beatles, es todavía el más importante y sigue abierto. La mayoría de los lugares sagrados del rock no existen más, a nadie les importa. Estoy seguro de que los clubes donde tocaron los Rolling Stones cerraron, como The Ealing Club, Alexis Korner’s Blues Incorporated, Bottom Line… Acá en Estados Unidos quedan unos pocos: The Roxy, Whisky Go Go y The Troubador en Los Ángeles están abiertos. Incluso The Cavern tuvo sus movidas. 

Te escucho. 

–La primera vez que fui a Inglaterra, viajé  a Liverpool, busqué la dirección original del club y ¡¡¡era una playa de estacionamiento!!! Y fue así hasta que algún genio se dio cuenta de que quizás tenía cierto valor. Y lo reconstruyeron, muy cerca de donde era el original, supuestamente con los mismos ladrillos, quién sabe. En lugar de un solo cuarto que vimos en esa filmación de los Beatles en The Cavern, con esos arcos sobre el escenario, en la reconstrucción sumaron una segunda sala más grande. Recuerdo que los Beatles hacían algo llamado “Lunch time set” cuando empezaron. Los trabajadores locales llevaban su comida al lugar y la banda tocaba por media hora. Cuando llamamos a The Cavern para nuestro show, les dije que también quería hacer un “Lunch time set” antes de nuestro show habitual. 

¿Qué sala eligieron para tocar?

–Ellos asumieron que queríamos tocar en la sala más grande, pero yo les dije que quería los arcos que vi en el filme original, así que a duras penas pudimos meter la sección rítmica en el escenario. Y pusimos los vientos y los coros en el pasillo que iba al baño, podías escucharlos pero no se veían. Y terminamos las canciones más o menos juntos. (risas)

El arrojo de Paul

Si bien está presentado como un disco en vivo grabado en The Cavern, Macca to Mecca comienza con una versión de I Saw Her Standing There,  grabada en The Roundhouse, de Londres, y junto a Paul McCartney. Es la culminación extática de la excitante escena de comienzo de esta nota. 

¿Fue difícil tenerlo a Paul McCartney?

–La noche anterior yo había cumplido uno de mis mayores sueños, que fue participar en una película de Martin Scorsese. Hice un pequeño cameo en El irlandés. Así que viajé después y llegué tarde a la prueba de sonido para la que tenía solo cinco minutos. Ahí recibí una llamada diciendo que Paul McCartney iba a venir al show. ¡Por Dios! Tenía que preparar algo por las dudas, así que preparé rápidamente I Saw Her Standing There con un arreglo de Little Richard, uno de los ídolos de Paul. Y él llegó con su gran esposa, Nancy, y le dije: “Mirá, no sientas ninguna obligación en subir al escenario, sé que trabajás todo el tiempo y nunca vas a ver shows, estoy honrado de que hayas venido, siéntese junto con mi esposa y disfruten el show”. Y cuando llegamos a los bises, mi asistente me dice Paul está por subir… ¡y subió al escenario con su guitarra! 

¿Y cómo reaccionaste?

–No sabíamos qué íbamos a hacer. Es un verdadero músico, un tipo valiente que tuvo fe en mí. Nunca olvidaré lo honrado que fui. Él había subido al escenario con la E Street Band en Hyde Park, unos años antes, y después nos invitó a Bruce (Springsteen) y a mí a su show en el Madison Square Garden. Pero que subiera con mi banda en mi show, fue una cosa completamente distinta. Fue un verdadero apoyo a mi música y uno de los puntos más altos de toda mi vida.

Steven Van Zandt, un genio multifacético. (Universal Music)

Born to Run es un título que afecta la relación de Steven Van Zandt con Bruce Springsteen en varios niveles. Es que así se titula no sólo el fundamental disco que los tuvo produciendo en estudios en estado de tensión, sino también el libro de memorias de Bruce que acerca el chispazo que se produjo cuando uno conoció al otro. 

Springsteen, en su autobiografía: “Al entrar vi en el escenario a un tipo con una enorme corbata de lunares que le descendía desde la nuez hasta el suelo. Era el cantante del grupo The Shadows. El tipo resultaba divertido y la banda sonaba compacta, con arreglos y armonías precisos. Durante el descanso me presentaron a su líder, Steve Van Zandt”. 

“Los Castiles (la banda de Bruce) ya teníamos una buena reputación, así que él sabía quién era yo. Charlamos un rato, congeniamos y él regresó a escena para el siguiente pase. Así se inició una de las mejores y más duraderas amistades de mi vida”, redondeó. 

Bueno, ahora es Van Zandt el que tiene en gateras su libro de memorias. Su edición está prevista para septiembre de este año, bajo el título Unrequited Infatuations. “¿Por qué publico una autobiografía? Mi vida fue muy loca, y la idea fue contar lo que he aprendido. He visto y hecho muchas cosas, y pensé que quizás podría transmitir esa información, ese conocimiento que fui recogiendo a lo largo del camino”, confiesa. 

“Y también espero que, al repasar mi vida, yo pueda entenderla (risas)… Porque ha sido muy extraña y, muchas veces, sin sentido para mí. Esperaba también aprender algo yo también”, completa.

Si pudieras elegir una forma de vida ¿sería la que viviste hasta hoy o la cambiarías por otra?

–Si pudiera “rediseñar” mi vida… Creo que la gran encrucijada de mi vida fue dejar la E Street Band (la abandonó en 1984). El “problema” fue que después que dejarla hice todo en mi vida. Si supiera lo que sé ahora, que es imposible, me hubiera quedado en la banda y hecho todo lo que hice. Eso hubiese sido una vida perfecta, pero es una fantasía. Uno hace lo que hace en su momento por alguna razón, quizás es el destino, quizás estupidez, tendencia suicida, hambre por conocerse a uno mismo y al mundo, todas esas cosas. La vida es como es.

Una pregunta sobre su trabajo en series. ¿Por qué siempre te llaman para trabajar como gángster?

–¡A le gente le gusto como gángster, no sé por qué! (risas). Soy un tipo agradable, soy un hippie que toca la guitarra, pero al público le gustó tanto Los Soprano que después recibí la invitación para trabajar en Lilyhammer, el primer show de Netflix antes de que existiera la plataforma. Esta pareja de noruegos (Anne Bjørnstad y Eilif Skodvin) vino con la propuesta y simplemente me dijeron “escribimos una serie de televisión para vos”, algo que no escuchás todos los días, un lindo cumplido. Yo estaba contento, y les pregunté de qué se trataba. Un gángster que entra en un programa de protección de testigos y se va a vivir a Noruega. Les dije a desgano que había hecho de gángster por 10 años en Los Sopranos y que no quería hacer otra vez un mafioso… Pero finalmente no pude resistirme a la aventura de protagonizar un programa de televisión en otro país.

Además, el personaje tenía sus matices.

–Sí, terminó siendo un personaje muy distinto (al de Los Soprano) aunque se veía igual. Era más como un jefe, mientras que Silvio en Los Soprano era el único tipo que no quería ser jefe, sino cuidar la espalda de Tony Soprano, como su il consegliere. Pero Frankie “The Fixer” en Lilyhammer era un tipo más operativo, más loco, similar a Tony Soprano en términos de personalidad. Además, las circunstancias fueron muy locas… Nadie sabe nada acerca de Noruega. Nadie puede nombrar una celebridad o un productor noruego. 

Historia de un salvataje 

La multifacética vida creativa de Steven Van Zandt va de la actuación a la producción de discos de diversa procedencia y consolidación como agitador disidente a todo conservadurismo. 

Un artista fascinante en varios frentes que, sin embargo, se lo pondera por haber rescatado a Born to Run (1974), el tercer disco de Bruce Springsteen y el que le permitió su despegue masivo. 

En reiteradas oportunidades, Bruce contó que la participación de Steven en esa obra fue fundamental porque, sencillamente, no dio una opinión condescendiente en la etapa creativa. Porque no tuvo problemas en decirle que, en su primera versión, “apestaba”. “Bueno, arréglalo vos”, fue la reacción de Springsteen. 

“Hice una cierta contribución a ese disco, sí, que terminó siendo uno de los más importantes de los últimos tiempos”, revisa Van Zandt… 

“Él venía trabajando mucho tiempo en una canción porque su carrera estaba en problemas, los primeros discos no vendían bien. Estaba tratando de dejar todo de sí en una canción para salvar su vida. Entonces Bruce me hizo escuchar lo que para él era una mezcla final en la que venía trabajando desde hacía meses. Estaba loco ya con el tema”, reconstruye. 

“Cuando me lo pone, le digo que me parece genial, particularmente el acorde menor en el riff. ‘¿A qué te referís con el acorde menor?’, me dice. Y le digo que me refiero a ese detalle que la hace sonar como una canción de Roy Orbison o The Beatles”, amplía. 

“‘Estás loco, no hay acorde menor en el riff’, me dijo, y la tocó en la guitarra. Lo que pasó fue que estuvo trabajando tanto en el tema que empezó a ‘pensar’ en lo que oía. La intención era tocarlo como un riff de Duane Eddie, doblando la nota con mucho eco, pero el problema era que yo escuchaba de donde venía esa nota pero no hacia donde iba”, revela.  

¿Y cómo terminó ese intercambio?

–Después de semanas, él la escuchó de la manera en que yo la escuchaba, y tuvo que regrabar la guitarra y hacer nuevamente la mezcla que en esos días era algo realmente muy complicado. Por eso él dice que salvé su vida y no fue la última vez. (risas) 

 

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Steven Van Zandt como Little Steven, absorbiendo la mística de The Cavern. (Universal Music/ Björn Olsson)

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